Puedo considerarme una chica con suerte.
Suerte depende de donde la mires. Soy patosa, muy gafe, siempre me engancho con el pomo de la puerta de la cocina y a pesar de que me encanta andar descalza por casa, el dedo meñique del pie siempre acaba fastidiado. Nunca me duermo en la parte de abajo de una litera, porque al despertar siempre acabo con un golpe en la frente, lo mas raro que me puede pasar es no caerme un sábado en tacones o no resbalarme en un día de lluvia.
Sí, soy extremadamente patosa, pero aún así, sigo teniendo mucha suerte.
Existe gente que hace que mi estancia aquí sea la mejor del mundo, personas con poco interés en saber de mi vida, personas capaces de dar lo que fuera por que esté bien, personas que me juzgan a mis espaldas y aún así las sigo teniendo presente en mi día a día y en mi vida, por mucho que no se lo merezcan.
Tengo gente que me quiere mucho y peor, y gente que me quiere poco y mejor.
Tengo a personas que valoro mas que otras y personas que no les presto ni la mínima atención, aunque bueno, a esas ni las tengo.
A las más importantes las cuento con los dedos de mis manos, y creerme, solo tengo diez dedos.
Otras, son como un pantalón viejo, pasan los años y a medida que ensanchas, te van apretando más y más, hasta que acabas por quitártelos o tirarlos.
Está claro, no quiero a gente en mi vida que no me quieran en la suya, y esa es una de las frases mas verdaderas que hay.
¿Para que quiero más, si ya lo tengo todo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario