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sábado, 1 de junio de 2013

Los que dicen que el tiempo vuela es porque nunca han apoyado la cabeza en tu pecho.

Seguramente una de las cosas que me da más rabia es coger la postura adecuada para dormir.
Boca arriba, hacia un lado, posición fetal, boca abajo, o agarrar la almohada como si se te fuera la vida en ello. En cualquier caso, yo y mi almohada, únicamente.
Mi almohada y yo.
Me falta algo. O no. No... no, estoy bien. Cierro los ojos, mañana será otro día.
Vibra el móvil. Cambio de postura y alguien me abraza. Quizás sean las inmensas ganas que tengo de que estés aquí. Quizás sea todo producto de mi imaginación. Sí, no hay nadie más aquí. Ojalá.
No, espera. Le siento, me abraza con tanta fuerza que hace que me sienta la persona más segura del mundo. Eso es, estoy despierta. Estoy viva, y a su lado. Estiro el pie, justo le rozo, justo noto su rodilla abrazando mis piernas. 
De nuevo, me giro. Ay madre mía, está aquí. Estoy aquí, estamos aquí. Cierro los ojos e inspiro fuerte. 
Indudablemente, no hay nada que me haga más feliz que estar con él, soy toda felicidad, toda alegría, toda seguridad. 
¿Por qué? tío... no sé. Será que me tiene locamente obsesionada, que no sale de mi cabeza. Que soy la persona que más piensa en él al cabo del día. Que no hay nada más cruel que dormir todas las noches pensando en la misma persona, sabiendo que no estoy a su lado. Bueno, si que hay algo: que no esté a su lado. 
Espera, vibra el móvil. Cambio de postura otra vez, para variar. Oh, la alarma. 


Buenos días almohada.

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